sábado, 20 de julio de 2013
Con las manifestaciones masivas del mes pasado contra los costos del Mundial y por mejores servicios públicos aún frescas en la memoria, en Brasil ha cobrado relevancia una cuestión embarazosa: ¿quién pagará visita del papa Francisco la semana que viene?
El pontífice visitará el país entre el 22 y 28 de julio para asistir a la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) católica, un evento que convoca a cientos de miles de fieles de todo el mundo en Río de Janeiro y que según expertos procura exhibir el vigor de la Iglesia en pleno siglo XXI.
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En Brasil, considerado el país con más católicos del mundo, muchos ven como un motivo de orgullo recibir el primer gran viaje internacional del primer papa latinoamericano de la historia.
Pero en momentos en que los gastos públicos para albergar grandes eventos internacionales se han vuelto un tema sensible en Brasil, el costo multimillonario de esta celebración católica ya generó justificaciones de gobernantes y religiosos, disputas judiciales y debates en redes sociales.
Los analistas creen que todo esto tiene relación con un nuevo enfoque de una parte de la sociedad brasileña sobre las prioridades que debe tener el país.
"Si se hubiera hecho una encuesta de opinión pública dos años atrás, ser sede de la visita del papa sería altamente loable", sostuvo Vera Chaia, experta en ciencia política en la Pontificia Universidad Católica de Sao Paulo.
"Pero creo que hoy la situación cambió", agregó en diálogo con BBC Mundo.
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"Momento especial"
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Desde su elección, el pontífice ha procurado dar señales de austeridad.
En un mensaje de bienvenida al papa Francisco y a los participantes de la JMJ, la presidenta brasileña, Dilma Rousseff, no aludió esta semana a la cuestión de los costos del evento pero dijo que el mismo "ocurre en un momento especial para el mundo y para Brasil".
"Aquí y en todo el planeta la juventud renueva su deseo de soñar y luchar por un mundo cada vez mejor", sostuvo.
Las protestas que el mes pasado reunieron más de un millón de personas en las calles de Brasil fueron impulsadas por jóvenes, indignados con el aumento del costo de transporte en varias ciudades y los enormes gastos públicos en estadios para el Mundial de fútbol en un país con serios problemas de salud y educación.
Las manifestaciones perdieron intensidad este mes, pero las encuestas sugieren que el descontento social continúa. Y con los preparativos a todo vapor para la llegada del papa, el uso de recursos públicos para costear parte del evento parece estar bajo la lupa.
Hasta ahora han sido admitidos gastos públicos relacionados con la JMJ equivalentes a casi US$ 73 millones, según datos publicados por el diario O Globo.
Esto incluye cerca de US$50 millones del gobierno federal, gran parte destinada a un plan de seguridad que también se aprovechó en la Copa de Confederaciones de junio. El gobierno estatal y la Alcaldía de Río anunciaron contribuciones por US$11,5 millones cada uno, pero muchos temen que la cuenta final aumente.
El periódico indicó a comienzos de mes que las tres esferas del gobierno brasileño rechazaron un pedido de ayuda equivalente a US$40 millones para el Vaticano, para cubrir un déficit en los gastos de la JMJ.
Según los organizadores del evento, el costo total del mismo oscilará entre US$143 millones y US$156 millones. El plan era que 70% del monto fuera cubierto por contribuciones de peregrinos y donaciones, pero hasta esta semana había dudas de que fueran suficientes.
Entre los patrocinadores hay bancos privados, empresas locales y multinacionales.
"Pecados de la sociedad"
"Si se hubiera hecho una encuesta de opinión pública dos años atrás, ser sede de la visita del papa sería altamente loable. Pero creo que hoy la situación cambió"
Vera Chaia, Pontificia Universidad Católica de Sao Paulo
Autoridades brasileñas y representantes católicos se han referido en los últimos días al uso de dineros públicos en la visita papal.
Consultado por periodistas extranjeros al respecto, el canciller brasileño, Antonio Patriota, respondió esta semana que el evento "involucra no sólo a un líder espiritual, sino también a un jefe de Estado".
"Lo vemos desde una perspectiva de relaciones exteriores de Brasil con el Vaticano", agregó según informó la agencia de noticias EFE.
Eduardo Paes, alcalde de Río y uno de los blancos predilectos de críticas de los manifestantes cariocas en junio, indicó que hay cerca de 300 mil fieles inscriptos en la JMJ y que unos 800 mil turistas llegarán a la ciudad, que "va a mostrar otra vez su capacidad de recibir bien".
"Lo que gastamos fue dotar a la ciudad para recibir este evento, ofrecer la estructura. Pero todos los gastos de recolección de basura, operación de tránsito, con la salud, serán divulgados después de la jornada", indicó el alcalde según el portal de noticias G1.
Al evaluar el riesgo de que haya nuevas protestas callejeras durante la visita del papa, Paes afirmó que el pontífice "no es responsable por los pecados de la sociedad brasileña, de los gobiernos brasileños, de las autoridades".
La posibilidad de que surjan nuevas manifestaciones espontáneas ha sido calificada como una "fuente de amenaza" a la JMJ por parte de la Agencia Brasileña de Inteligencia (Abin), que colocó el tema en un nivel de alerta roja.
En las redes sociales, una manifestación fue convocada en Río para el mismo lunes que llega el Papa contra el uso de recursos públicos en el evento. Más de 3.000 personas habían anunciado su intención de asistir, pero se desconoce cuántos lo harán efectivamente.
"Sangre en la economía"
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Para muchos es un orgullo que el primer viaje internacional del papa Francisnco sea a Brasil.
La polémica por el uso de fondos públicos en el evento católico llegó en Brasil incluso a ámbitos judiciales, cuando la fiscalía de Río pidió la semana pasada detener una licitación municipal para contratar servicios de salud durante la JMJ por casi US$3,5 millones.
En la petición se argumentó que el costo deberían cubrirlo los organizadores de la JMJ, por ser éste un evento de carácter privado y religioso al que no correspondía transferir recursos públicos.
Pero un tribunal de Río rechazó el pedido. Una jueza afirmó que se trata también de eventos de carácter cultural donde estarán presentes Rousseff y otros gobernantes, y el municipio debe disponer la "estructura mínima de atención médica en los lugares de mayor concentración" de gente.
Tanto el arzobispo de Río, Orani Tempesta, como el de Sao Paulo, Odilo Scherer, han defendido los gastos para costear la visita del papa y la JMJ.
"No son gastos pagados a alguien que se llevará el dinero afuera. Ese dinero es derramado en Brasil. Está generando impuestos, trabajo", dijo Scherer citado por el diario Folha de Sao Paulo. "Es, sin duda, una inyección de sangre en la economía".
Según Embratur, la agencia de turismo del gobierno, el evento religioso tendrá un impacto directo e indirecto en la economía de US$540 millones, comentando desde ventas en hoteles y restaurantes hasta en fábricas de velas y hostias.
Desde que fue electo en marzo para suceder a Benedicto XVI al frente de la Iglesia, el papa Francisco ha procurado emitir señales de austeridad y para su estadía en Río está previsto que se aloje en una habitación sencilla de una residencia de la Arquidiócesis local.
El portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, declaró el miércoles que el pontífice viaja con "serenidad" a Brasil y sostuvo que el dinero invertido en el evento "no es que se tira por la ventana al mar", sino que lo recibirán trabajadores.
En referencia a las protestas que sacudieron a Brasil el mes pasado, afirmó que "no tienen nada de específico contra el Papa o la Iglesia".
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